Cuentos de libro

Un minuto antes de que se acabara el plazo, logré enviar un relato que, mínimamente, de sopetón, tocaba el tema sobre el que debía girar para optar a consideración, siquiera. Atrás quedó uno que no logré afinar del todo y que habría sido perfecto, pero quién sabe. Una mañana me llamaron desde un número que no tenía guardado en la agenda y, por supuesto, no lo cogí. Ante la insistencia, agregué el número a mi agenda para ver si tenía cuenta en WhatsApp (este es un truco que regalo a quien tenga a bien leer esto: si no tiene cuenta de WhatsApp es alguien que te quiere vender cualquier mierda o el Príncipe de Zamunda que se ha quedado sin herederos y te quiere regalar 9349283498 millones de euros a cambio de que le mandes el dinero que según él hace falta para el papeleo) y vi que se trataba de alguien con una foto de perfil donde salía leyendo libros viejos, así que devolví la llamada. La persona al otro lado del teléfono me comunicó que había sido finalista del I Certamen literario de la Asociación de Amigos del Libro Antiguo de Sevilla y que mi relato Tomo cuatro, tomo cinco sería publicado en con el resto de finalistas y los dos flamantes ganadores. En el jurado estaban Felipe Benítez Reyes, Ignacio Martínez de Pisón y Sara Mesa, que se dice pronto. Para terminar de provocar el máximo vértigo, el prólogo está firmado por Juan Bonilla, que poco después ganó el Premio Nacional de Narrativa.

*Pero no todo iba a ser bonito. Aunque me encantan estos entresijos, tengo que señalar la decepción que provocó en mí una edición deficiente del texto.  Y es que, tiempo después, cuando se me fue un poco el rubor de ver mi nombre en un nuevo libro físico y pude abrir el relato, me encontré con que el editor, sin consultarme nada, decidió entrecomillar los diálogos que yo había insertado conscientemente en el flujo de la narración y, para colmo, estaban mal. En fin, otra vez la mala suerte.  

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